El equipo de investigación de El Parte ha tenido acceso a una historia que empieza hace 2.000 millones de años y que no termina hasta nuestros días. Y quizás no termine cuando el hombre deje de yacer en la superficie de la Tierra, sino que vaya más allá. Nuestra historia comienza en el siglo menos uno antes de Cristo (y contando), pero no la narraremos cronológicamente, sino que empezaremos por su final.
Viernes Santo de 2008. Dan Brown, borracho como un hijoputa, recorre las calles de Amsterdam buscando una prostituta femenina, y no como la última. Se va arrastrando por la pared, al estilo Dan Brown, hasta que llega a un portal donde unos ochenteros pandilleros descansan sus negros culos. "¡Eh, mirad al hombre!" gritó uno, "¡está borracho!". Si hay algo, querido lector, que un holandés no tolera es al turista drogota y putero. Dan Brown se veía ciertamente en un membrete. Pero es aquí donde la providencia cambia, y uno de los camorristas reconoce al polémico escritor de best sellers. "¡Maldición, no puedo matarle! ¡Ni a él ni a Carmelo Gómez, mi actor predilecto!". El resto del gang decidió igualmente no acabar con su vida, por respeto a los gustos literarios de Rompehuesos, el quinqui ilustrado. Se reunieron amistosamente en torno al cadáver aún humeante de un bisonte y los muchachos le narraron el día a día de un matón, mientras Dan lo anotaba todo mentalmente, juntando ya las primeras piezas de su siguiente éxito. Cuál fue la sorpresa del escritor cuando comprendió que la historia que más le iba a sorprender aún estaba por llegar. Mientras tomaban Biofrutas Pascual Funciona Pacífico Brown se dio cuenta de que Calavera, un mostrenco de dos por dos, llevaba fumando del mismo porro cuarenta y cinco minutos de reloj, con el ansia que eso le produce al tío que se lo tendría que pasar, si seguimos el círculo en el sentido contrario de las agujas del reloj, como se ha hecho toda la vida. "Caravela", dijo mal Brown, "pásate ese porro que parece no tener final". "Cuidad vuestras palabras, maese Brown, este no es un porro cualquiera. Este porro nunca se apaga", y se lo pasó.
Dan fumó. En ese instante, un delfín pasó corriendo saltando el bisonte, que ahora alegremente tumbado jugaba al tragabolas contra tres pequeños ninjas. El arco iris comenzó a cantar por Patrick Bruel y comenzaron a llover envoltorios de flash, la golosina líquida para congelar.Pero Dan era un hombre experimentado y sabía que todo eso era producto del subidón. Un subidón bestial. Y entonces entendió. Ese no era un porro corriente. Y, como nosotros ahora y Marty McFly en ocasiones, viajó en el tiempo. Para ver...
La actitud de los amigos ante Jesús era muy jodida, porque había que tratarlo de forma especial desde que era chico, y le tenían un respeto máximo porque su padre, Don José, tenía una escopeta en el garaje San Michael y San Iker, los más fumetas, salían cada diez minutos a la puerta a colocarse, como dicen los jóvenes de hoy, y no obrar mal ante los ojos del heredero del tal y del cual. Y a la mesa volvían como volvían, con los ojos rojitos y hablando de pamplinas del Universo. Jesús, que era muy sabio, les espetó asín de pronto; "No me molesta que habléis de esas paridas del Universo cuando ya deberíais saber que lo creó mi padre y punto. (silencio espectacular en la sala) Lo que me molesta es que no os paséis el canuto (risas desfogadoras)". La cena tomó entonces otro rumbo más destroyer, donde no se traicionaba el turno de porro en el sentido contrario de las agujas del reloj ni por el mismísimo Redentor. Cuál fue la sorpresa de los presentes cuando el hijo de Dios accedió a hacerse él mismo un porro por petición de San Leroy. Suya fue la petición, de San Pedro fue el mechero, el papel del fiel San Blas y la grifa de San Quique (Miguel 8:19, aquel que lo anotó todo porque no pudo beber al estar atendiendo la mesa).
Jesús se casó con María Magdalena y tuvo aquellos chiquillos. Como María era la que más tiempo pasaba con el Elegido, fue la que se percató que El Redentor llevaba años y años fumando del mismo porro, aquel que se manufacturó en la última cena. "¿Cómo haces, marido, para que ese porro no se te acabe nunca?". "No lo sé," respondió. "Es la clásica movida que me pasa siempre. No se acaba. maldita sea. No se acaba y punto". En aquella cena también se bendijo una copa, pero para Dan Brown, que recordemos sigue flotando por ahí en plan Los Fantasmas Atacan al Jefe, le resultó más atrayente la historia del porro. Motherfucker Dan. Así fue siguiendo en modo astral la historia del Santo Porro. Cambiando de manos, cambiando de forma, cambiando de países, cambiando por un momento hasta de planeta (larga historia). Durante un tiempo estuvo oculto en la ciudad a su vez oculta de Alejandreta, por la que sólo el penitente pasará.
Como si hubiese salido de la mismísima Matrix, si avisar, Dan Brown se encontró de vuelta en el momento presente, y mientras Calavera le daba amigables (pero varoniles) palmadas en la cara, Nudillos de Diamante traía toallitas húmedas, como las que se usan para limpiar el culo de un bebé y que tienen más usos de los que los propios bebés creen. Se miraron entre todos y comprendieron que esa no era una historia que debiera ser contada. Debería ser vivida por más gente. Acto seguido, se lo pasaron a un hincha emo del Liverpool que rompía mobiliario urbano y lloraba al mismo tiempo. Allí le perdieron la pista. Aunque, como todo por el que el Santo Porro pasó, Brown y los Destrozadores del Barrio Beige reconocen las señales de otros "tocados" cuando las ven. Puede ser una frase en una película, algo de fondo en un anuncio de leche Pascual en el que una joven corre por el parque, en una pintada en la puerta de un baño de un local gay que está bastante bien a partir de las cuatro, en un graffitti, en un souvenir...
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